Con sus casi dos metros de altura y una sonrisa perfecta, el actor Jacob Elordi (Brisbane, Australia, 27) se ha vuelto un fenómeno fan en internet. Pero su cara bonita no es lo único que atrapa a sus fans. Esta semana estrena serie, con la que pretende reafirmarnos su talento para encarnar historias oscuras.
Titulada El camino estrecho, la serie está basada en la novela de Richard Flanagan y ya podemos verla en Movistar+. Ambientada en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, el actor se pone en la piel de Dorrigo Evans, un médico australiano capturado por los japoneses como prisionero de guerra. Se trata de un drama bélico, romántico y brutal a partes iguales, donde Elordi se atreve con un personaje tan roto como inolvidable.
Este papel significa para él otro paso más para poder distanciarse del chico guapo y con poco trasfondo en el que se encasilló cuando despegó su carrera.
El beso que lo cambió todo (y que casi lo arruina)
Ahora es uno de los actores más reconocidos a nivel mundial, pero cuando su carrera apenas estaba comenzando hubo una peli que lo cambió todo. Elordi saltó a la fama internacional con El Stand de los Besos.
Netflix nos presentaba al australiano como el novio perfecto, el guay del instituto y el amor platónico de cualquier chica. Sin embargo, mientras las adolescentes estaban encantadas –incluso obsesionadas– con la idea y el actor, él no lo estaba tanto.
“No quiero ser una marioneta de cartón piedra”, dejó caer en entrevistas. Mientras todos hablaban del nuevo galán del grande del streaming, él soñaba con ponerse en la piel de personajes oscuros, incómodos y con historias complejas. De esos papeles difíciles de interpretar.
Nate Jacobs, el villano que lo salvó
Y entonces, en plena locura colectiva por el chico guapo, llegó la oportunidad estrella en la serie de Max, Euphoria. Su papel como Nate Jacobs —un adolescente tóxico, peligroso y con mucha culpa interna— fue como una explosión en su carrera. Elordi por fin consigió quitarse el cartel de “novio ideal” para cambiarlo por uno más acorde a su visión de futuro, un actor «de verdad».
La serie fue un auténtico éxito, convirtiendo al australiano en un símbolo de la cultura pop, a pesar de interpretar atrocidades y desgracias. Sin embargo, él siempre se mantuvo firme con su objetivo, sabía que, si quería deshacerse del estereotipo en el que había caído, tenía que hacerlo a lo grande.
Y si lo que quería era personajes complejos, en los últimos tres años lo ha conseguido. Le vimos ser sensible, controlador y carismático mientras daba vida al rey del rock and roll en la película Priscilla (2023), dirigida por Sofia Coppola.
También se encargó de no dejar a nadie indiferente con su papel protagonista en la película Saltburn (2023), donde la seducción se convertía en tensión, dejando algunas escenas traumáticas por el camino. Ahora, en El camino estrecho, sigue en mismo camino, nada de glamour. Solo barro, culpa y poesía oscura.
La ikurriña, el Guernica y su orgullo vasco
En una industria donde la identidad suele moldearse para agradar, él se planta firme. Su apellido, su historia, su origen: todo va con él. Lo suyo no es «postureo».
Jacob Elordi está a un paso de ponerse la chapela y cambiarse el nombre a Gorka. En Instagram ha compartido la ikurriña (la bandera vasca), ha mencionado a Picasso y ha contado en entrevistas la historia de sus antepasados, que desde luego ha sorprendido y emocionado a muchos.
Nació en Brisbane, pero lleva el País Vasco en el apellido y en la sangre. En una reciente entrevista nos ha emocionado a todos contando la historia de su padre. Jacob tiene muy presente que es descendiente de un inmigrante que dejó atrás su país para encontrar una vida mejor.
Cuenta cómo, su abuelo, Joaquín Elordi, tuvo que dejar su ciudad por el auge del régimen fascista. Originario de Ondarroa, Vizcaya, escapó a Australia con tan solo ocho dólares en el bolsillo. El actor cuenta orgulloso la historia de su familia. El patriarca de los Elordi estuvo cortando cañas de azúcar con la misma cantidad de dinero hasta que ganó suficiente para traer a toda su familia a la otra parte del mundo.
Jacob se emociona recordando la historia, dejando clara la admiración que siente por su abuelo, y por sus raíces. «Estoy increíblemente agradecido a ese gran hombre», añade. Recalca también como definitivamente volverá a nuestro país, y a las ciudades de su abuelo y de su padre (Bilbao).
Estilo propio, causas propias
En las alfombras rojas, los estilismos de Elordi van acorde con su personalidad. Nada que no vaya con sus objetivos. Dice adiós a los disfraces y mezcla el estilo clásico con la vanguardia. ¿un traje con mocasines sin calcetines? «Yes, please» es su respuesta.
Y cuando no está actuando, alza la voz –incluso en las alfombras–. El actor apoya causas sociales, habla de salud mental y defiende lo que le importa. No es activista de pancarta, pero sí de hechos. En la misma entrevista con Movistar + en la que relata su historia familiar, llevan puesta una camiseta que dice «¿Comiendo salmón?, matando a Tasmania».
Una camiseta que ya ha lucido en algún photocall y que ha dado mucho de que hablar. Jacob está en contra de la pesca abusiva del salmón en la región, y la mejor manera de hacer calar el mensaje era esta.
Lo que viene: monstruos, ciencia ficción y más riesgos
¿Y ahora qué? Pues nada menos que Frankenstein. El director Guillermo del Toro ha fichado al australiano para revivir al monstruo más famoso del cine y la literatura. Entre éxito y éxito, Jacob Elordi se dedica a leer, escuchar jazz e intentar entender cómo funciona este loco mundo de la fama.
Ahora, según Celebrity Net Worth, el australiano posee un patrimonio de 4 millones de dólares, pero se espera que aumente como los éxitos que protagoniza. Porque lo que empezó siendo una promesa del cine adolescente, ahora es una certeza del cine oscuro. Alto, talentoso, imprevisible y —sobre todo— muy suyo.