¿Cómo se sostiene hoy un medio sin rendirse al branded content? ¿Qué queda del periodismo cuando el clic vale más que la credibilidad? Elena Herrero – Beaumont (Madrid, 46 años) no solo se hace estas preguntas: trabaja cada día para responderlas desde el Observatorio de Medios, una iniciativa pionera que une filosofía, datos y periodismo con un único objetivo urgente: defender la salud informativa en tiempos de desinformación, ruido y desconfianza ciudadana.
Formada en la Universidad de Columbia y con experiencia en EE. UU. y España, Herrero -Beaumont es una periodista que apuesta por la buena gobernanza en los medios como garantía democrática. Desde el Observatorio —impulsado por las fundaciones Ethosfera y Haz— ha conseguido, junto a Javier Martín Cavanna, también codirector, sentar en la misma mesa a cabeceras de todo tipo para consensuar estándares éticos, transparencia editorial y compromiso con la veracidad. Porque, como ella misma dice, sin medios creíbles, no hay democracia que aguante.
Háblame del Observatorio de Medios. ¿Qué es?
El proyecto impulsa políticas que aseguran la credibilidad de los medios. En dos años, hemos unido a medios diversos para consensuar estándares en seis áreas clave, promoviendo una cultura de buena gobernanza. Publicamos informes anuales, organizamos jornadas y ofrecemos formaciones para que los medios se distingan por su compromiso con la calidad informativa.
¿Cómo nació?
El proyecto nace de mi pasión por el periodismo. Al volver de Estados Unidos, me di cuenta de que en España faltaba mucho por hacer. Allí había metodologías de verificación y transparencia en los medios y aquí una mezcla confusa entre opinión e información, algo antagónico al periodismo de calidad. Me puse a investigar y, junto a Diego Garrocho, filósofo, fundé Ethosfera. Desarrollamos un proyecto sobre veracidad periodística, mezclando filosofía, periodismo y derecho constitucional. Una combinación perfecta para fortalecer la credibilidad de los medios y, de paso, cuidar la democracia.
¿Cómo se forma una ciudadanía crítica si la base está en una formación débil y desinformada?
Se está perdiendo el pensamiento crítico y la capacidad de discernir. También hay buenas noticias. Están emergiendo movimientos en universidades que buscan fomentar ese pensamiento a través de la filosofía. A partir de los 18 años, las personas empiezan a votar, pagar impuestos, trabajar y a ser parte activa de la sociedad. Es un plan a futuro, sobre todo ahora que las redes sociales nos bombardean con desinformación y bulos. Hay que enseñar a la gente a pensar con claridad.
¿No leemos la prensa porque no nos la creemos o porque hay alternativas más impactantes que capturan irremediablemente nuestra atención?
Los medios están en crisis: hay un descrédito brutal hacia ellos, y encima la gente está saturada de información. Con tantas alternativas atractivas (redes, entretenimiento, etc.), cada vez leemos menos los periódicos tradicionales, sobre todo si no confiamos en lo que dicen. Es un mix de hartazgo, desconfianza y atención fragmentada por mil opciones. Si queremos una democracia viva, no basta con votar cada cuatro años. Hay que ser ciudadanos activos, consumir información con ojo crítico, participar en organizaciones cívicas y moverse. ¡Nada de quejarse en la barra del bar o en la sobremesa! La clave está en implicarnos para que la vida pública no sea un caos y tomar mejores decisiones juntos.
¿Que recuerdas de tus años como estudiante en la Universidad de Columbia en Nueva York?
Cuando hice periodismo en Columbia tuve la suerte de aprender de profesores increíbles, periodistas de raza que venían de los mejores periódicos, radios y televisiones del país. Fue una época especial, justo en esa transición antes de que las redes sociales lo cambiaran todo. Ya existía Google, usábamos ordenadores, y hasta me compré mi primer Mac en el Apple Store de SoHo, pero todo seguía siendo bastante analógico. No quiero ponerme nostálgica pero sí te digo que fue un momento único: pude rozar lo que era el gran periodismo norteamericano. Con el salto al mundo digital, que tiene cosas buenísimas, creo que hemos perdido algo de esa esencia tan valiosa que tenía el periodismo de entonces.
Si pudieras cambiar una sola cosa del sistema mediático ahora mismo, sin limitaciones… ¿cuál sería?
Que hubiera una verdadera independencia de los directores de las redacciones con respecto a los entornos políticos.
¿Qué opinas del libro del director de David Jiménez?
Sé que es un libro que ha generado muchísima controversia. Ha sido muy criticado en distintos foros. A mí me parece muy bien que se pongan sobre la mesa cosas que todo el mundo sabe que están ocurriendo y que nadie es capaz de explicitar. Yo creo que el atrevimiento de David fue ese. No estoy segura de si fue la mejor forma, pero explicitó algo muy relevante que estaba pasando y que luego, insisto, ha sido avalado por las instituciones europeas como una problemática que no solo existe en España, sino que existe en todas las jurisdicciones.
¿Quién maneja hoy el algoritmo?
Las grandes plataformas tecnológicas, que son pocas pero poderosas, controlan los algoritmos que moldean la experiencia del usuario. Su objetivo es hacerla lo más atractiva y envolvente posible, y lo logran de manera brillante. Estas plataformas no solo diseñan los algoritmos, sino que también actúan como distribuidores clave de información, lo que les da un enorme poder de intermediación.
En España Google Discover marca la pauta en las redacciones, que trabajan condicionadas por cómo este algoritmo posiciona sus contenidos, influyendo directamente en todo el ecosistema informativo.
Según el estudio «Calidad de la Democracia (III)» del CIS, publicado en mayo de 2025, un 80,7% de los españoles considera que los medios de comunicación difunden bulos o mentiras. ¿Están los medios comprados?
Los medios deben ser independientes del poder político y empresarial. En un entorno digital donde las plataformas tecnológicas acaparan el 80% de la publicidad, y con la IA difuminando aún más a los medios, esto es un gran desafío.
Para lograr independencia, algunos medios apuestan por suscripciones, como ElDiario.es, aunque aún dependen de publicidad. La clave es diversificar ingresos con creatividad para mantener una línea editorial libre. Las crecientes injerencias políticas y empresariales llevaron a Europa a aprobar el Reglamento de Libertad de Medios. La solución está en volver al buen periodismo —calidad, confianza y conexión con los lectores— junto con estrategias innovadoras que aseguren independencia.
Quizá el problema es Internet, porque en el apagón todo el mundo quería escuchar la radio.
Estamos viviendo un boom de innovación tecnológica sin regulación, al estilo estadounidense: primero innovamos y luego corregimos los daños. Esto ha generado problemas serios, como el impacto en la salud mental de los jóvenes, la desinformación o las amenazas a la democracia. Sin embargo, hay una creciente conciencia global sobre estos efectos, algo que no veíamos hace cinco años.
Ahora hay campañas y debates sobre el uso de pantallas en niños, con padres y educadores mucho más sensibilizados. Estamos evolucionando hacia un enfoque más consciente y equilibrado.
Y tú, ¿por qué cabecera te decantas?
Sigo prácticamente todas las cabeceras españolas a diario. Uso agregadores de noticias para tener una visión completa de lo que publican, especialmente en temas relevantes. Creo que es clave para mantenerme informada y analizar el panorama mediático desde una perspectiva amplia y objetiva.
Tus abuelos migraron para poder ejercer un periodismo libre. Si vieran el ecosistema mediático actual… ¿qué crees que pensarían?
Mi abuelo paterno, Gabriel, fue periodista y abogado, igual que yo, algo que marcó mucho mi trayectoria. Pasé mucho tiempo con él hasta que falleció cuando tenía 18 años, escuchando sus historias. Trabajó en Colombia y Venezuela durante 10 años, primero en la agencia EFE y luego en la embajada de EE. UU., liderando proyectos de relaciones institucionales y una revista para promover ciencia y tecnología. Creo que le habría fascinado el avance tecnológico actual, pero, como yo, habría sentido nostalgia por el periodismo analógico y sus rituales.
¿Y de ti?
Mi abuelo nunca llegó a saber qué carrera elegí, pero creo que el trabajo que estamos haciendo en el Observatorio, con nuestro compromiso por la salud de los medios, habría significado mucho para él.