El embarazo es una de las etapas más bonitas de la vida de una madre, y Abigail Núñez de Arenas, una de las emprendedoras más destacadas en el ámbito de la salud materno-infantil, es especialista en hacer que el proceso completo sea inolvidable.
Núñez de Arenas ha convertido su vocación y su amplia formación como matrona y enfermera pediátrica en un modelo de atención innovador y humanizado, con el que todo padre soñaría.
Es cofundadora y CEO de Bmum, una clínica pionera en el cuidado de madres y bebés. Ha sabido combinar la excelencia médica con acompañamiento emocional, posicionando su proyecto como un referente en el sector.
Como madre de tres hijos, su experiencia personal combinada con la profesional, refuerza su compromiso con una atención cercana, cálida y de alta calidad. Hablamos con ella para que nos cuente todo sobre su proyecto.

¿Cómo surgió la idea de crear Bmum?
Bmum nació en medio de una crisis personal. El nacimiento de mi hijo pequeño fue un punto de inflexión. Durante sus primeros meses, hice infinidad de visitas: pediatras, fisioterapeutas respiratorios, osteópatas, digestivos… Viví en carne propia lo duro que puede ser ese peregrinaje cuando no encuentras un lugar donde te sientas acogida, sostenida y entendida. Estaba agotada emocional y físicamente, y me sentía sola, a pesar de estar rodeada de profesionales. Eché de menos un espacio donde no solo se atendiera el síntoma, sino también cómo lo estás viviendo tú como madre.
A partir de ahí, y sumando mi experiencia como matrona, sentí con más fuerza que el acompañamiento en el parto podía y debía ser más humano, más cercano, más centrado en las familias. Faltaba un lugar donde se cuidara no solo el cuerpo, sino también la vivencia emocional de la maternidad. Bmum empezó como un sueño muy personal… y acabó convirtiéndose en una gran familia.
¿Cómo ha sido su experiencia liderando en un sector donde predominan las estructuras médicas menos cercanas a los padres?
No ha sido fácil, pero ha sido muy revelador. Al principio, muchas veces sentía que iba contracorriente. El modelo tradicional es muy técnico, muy centrado en protocolos, y yo defendía una mirada más cálida, más empática. He aprendido a dialogar con ese sistema, a buscar puentes. Hoy, cada vez más profesionales reconocen que otra forma de acompañar es posible… y necesaria. Lo bonito es que muchas familias ya no se conforman con lo de siempre. Piden más. Y eso nos impulsa a seguir.
En su página web, Bmum se define como un «hogar» para pacientes, hijos y madres. ¿Cómo lograrán mantener esa esencia en un mundo cada vez más digitalizado y acelerado?
Con consciencia, con mucha presencia y sin perder de vista lo que somos. La tecnología puede sumar, claro, pero no debe reemplazar lo esencial: el vínculo humano. En Bmum priorizamos el cuidado individualizado, las miradas que sostienen, los silencios compartidos. Incluso cuando usamos herramientas digitales, lo hacemos desde el mismo lugar de calidez y acompañamiento. Nuestro reto es crecer sin despersonalizar, evolucionar sin perder el alma.
Si una mujer descubre que está embarazada y decide acudir a Bmum, ¿cómo es el proceso desde el día uno hasta el final del acompañamiento?
Desde el primer contacto, nos centramos en escuchar. Saber cómo se siente, qué necesita, cómo quiere vivir su embarazo. A partir de ahí, diseñamos un acompañamiento personalizado que incluye consultas con matronas, preparación al parto, apoyo emocional, seguimiento nutricional y, por supuesto, la gran comunidad de mujeres que se va generando en cada grupo. Pero sobre todo, lo que ofrecemos es presencia real: estamos con ella, en sus dudas, en su alegría, en sus miedos 24/7… hasta el postparto y más allá.
¿Hay algún relato de su libro La vida que hay en ti que la haya marcado especialmente?
Sí, hay un capítulo del libro, llamado Bajo cero. Es un capítulo que habla de un parto en el que pasamos miedo, en el que todo se puso difícil… y que aún a día de hoy me sigue acompañando. Recuerdo la fuerza, la confianza de esa mamá, su entrega total en un momento tan delicado. Me marcó porque me recordó lo importante que es estar ahí, de verdad, como equipo. No solo en lo bonito, en lo que sale bien, sino también en lo que duele, en lo que asusta. Ese capítulo es una muestra de lo que significa acompañar es estar presentes, sin condiciones, siempre.
¿Qué la llevó a decidir enfocarse más en la parte ejecutiva de su trabajo? ¿Qué nuevos desafíos ha encontrado en su faceta como CEO?
Este puesto me llegó sin buscarlo. Donde realmente me siento cómoda, mi verdadera zona de confort, es el paritorio, acompañando a las mujeres. Ahí es donde vibro, donde me reconozco. Pero por circunstancias administrativas y por cómo fue creciendo Bmum, tuve que hacerme cargo de una parte que también es fundamental: la que está detrás de los partos. La organización de procesos, los circuitos, las decisiones estratégicas, la gestión del equipo… Esa parte que no luce tanto, que no genera agradecimientos ni regalos, pero que sostiene todo lo demás.
Con el tiempo me he dado cuenta de que también es una forma de cuidar. De hacer que esa experiencia que vivimos en el hospital —ese calor, ese respeto— se perpetúe en Bmum. Para poder cuidar mejor a las mujeres, tenía que cuidar también al equipo, a la estructura, al proyecto como un todo.
Y eso implicaba tomar decisiones, organizar, liderar. No fue algo premeditado, pero fue necesario. Ser CEO ha sido un reto enorme: gestionar personas, resolver conflictos, pensar en sostenibilidad y estrategia. Pero también me ha permitido tener una visión más amplia y más comprometida de lo que quiero construir a largo plazo.

¿Cómo es trabajar a tiempo completo con su pareja y cómo logran separar lo laboral de lo personal?
Jackie y yo empezamos trabajando juntos en el origen de Bmum: los partos. Ahí es donde nos compenetramos de forma increíble, sin apenas hablarnos, sabiendo lo que el otro necesita hacer en cada momento. Esa conexión fue clave en el nacimiento de Bmum y, de alguna manera, sigue siendo su esencia. Todo empezó ahí.
Quizás donde más «chocamos» es en la parte administrativa, en la gestión del día a día, en la manera de ver ciertas decisiones. Yo soy más corazón, más emocional. Él es más cabeza, más analítico. Es un emprendedor nato, con una energía imparable para hacer que las cosas avancen.
Esa diferencia a veces genera tensiones, claro, pero también es lo que hace que el proyecto funcione, nos complementamos y nos equilibramos.
Trabajar a tiempo completo juntos es intenso, muy intenso… pero también precioso. Intentamos poner límites: tener espacios para hablar como socios, y otros donde solo somos pareja. No siempre lo conseguimos, pero la clave está en el respeto, en la admiración mutua , en el humor y en no perder de vista por qué empezamos todo esto juntos.
¿Qué repercusión tuvo trabajar con grandes influencers como las hermanas Pombo en un proyecto como este?
Es precioso que nos confíen un momento tan importante en sus vidas. Nos honra profundamente. Su confianza, y la visibilidad que conlleva, ayudaron a que muchas personas descubrieran nuestro trabajo y eso, sin duda, abrió muchas puertas.
Pero también es cierto que esa exposición no siempre es fácil. No todo es de color de rosa. A veces, puede llegar a banalizar o frivolizar lo que hacemos, o dar una imagen distorsionada según quién lo mire desde fuera. Y eso puede ser injusto, porque cada parto que acompañamos implica una implicación total, una responsabilidad enorme y un trabajo profundamente cuidado.
En Bmum vivimos cada nacimiento con la misma entrega y respeto. Lo que nos mueve es la empatía, el cuidado real y hacer nuestro trabajo de manera impecable. Además detrás de la parte emocional, hay una excelencia médica indiscutible. Un equipo que se forma continuamente, riguroso, actualizado y comprometido con la seguridad y el bienestar de cada mujer y cada bebé.
Si pudiera hablar con la Abigail que empezó este camino, ¿qué consejo le daría?
Le diría: «Confía más en ti. No todo tiene que estar perfecto para empezar. Escucha tu intuición, cuídala, y rodéate de personas que crean en lo que tú ves, incluso cuando aún no existe». Y le daría un abrazo fuerte, de esos que sostienen antes de salir a darlo todo, porque hay veces que lo que hay fuera asusta.
Le recordaría que todo lo que hoy existe empezó con una sensación profunda de que había otra forma de hacer las cosas. Que no estaba sola. Y que, aunque el camino se ponga cuesta arriba, vale la pena cada paso cuando lo que estás construyendo tiene el poder de acompañar, transformar y cuidar la vida de las familias.