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Cómo las startups están reescribiendo el manual de defensa

Es sencillo: el mundo tecnológico se ha dado cuenta de que la guerra es ahora un gran negocio, por lo que invertir en balas, drones, aviones, protección, cámaras, se ha convertido en algo extremadamente rentable y, sobre todo, atractivo para los gobiernos que, en los últimos dos años, unos más, otros menos, han estado invirtiendo enormes fondos en el sector de la defensa.

Durante décadas, la innovación en defensa fue cosa de gigantes: Boeing, Lockheed Martin, Raytheon. Hoy, en cambio, las decisiones clave sobre drones autónomos, inteligencia artificial de combate o enjambres de sensores las están tomando equipos de 15 personas en oficinas de San Francisco, Berlín o Tel Aviv. El mundo de la defensa se está transformando, y el cambio no viene desde los cuarteles, sino desde las startups tecnológicas.

Una generación de empresas emergentes jóvenes, ágiles, digital-first está reinventando el modo en que los países protegen sus intereses, desde la vigilancia de fronteras hasta la guerra electrónica. Y el capital riesgo, históricamente ajeno a la industria armamentística, ahora invierte con entusiasmo. Es sencillo: el mundo tecnológico se ha dado cuenta de que la guerra es ahora un gran negocio, por lo que invertir en balas, drones, aviones, protección, cámaras, se ha convertido en algo extremadamente rentable y, sobre todo, atractivo para los gobiernos que, en los últimos dos años, unos más, otros menos, han estado invirtiendo enormes fondos en el sector de la defensa.

Un sector en auge: cifras que no son anecdóticas

El interés por la llamada «defense tech» (tecnología de defensa) ha explotado en los últimos tres años. Solo en 2023, las startups del sector captaron más de 7.000 millones de dólares en financiación privada, según PitchBook. Una cifra récord que supera en más de un 70 % la media de la década anterior.

  • Estados Unidos lidera el movimiento, con fondos como Andreessen Horowitz, Founders Fund o Lux Capital abiertamente comprometidos con defensa.
  • Europa, aunque más cauta, empieza a moverse: Helsing (Alemania/Reino Unido) levantó 209 millones de euros en 2023, una de las mayores rondas deeptech del continente.
  • Asia e Israel ya contaban con ecosistemas sólidos en tecnología militar, y ahora refuerzan su colaboración con startups dual-use (uso civil y militar).

Qué están haciendo estas startups (y por qué importa)

  • 1. Autonomía aérea y terrestre:
  • Startups como Shield AI o Anduril Industries están desarrollando sistemas de combate autónomos, capaces de operar sin GPS ni comunicación remota. Son herramientas diseñadas para escenarios de guerra electrónica o entornos altamente hostiles.
  • 2. Inteligencia artificial táctica:
  • Empresas como Helsing (Europa) o Palantir (EE. UU.) integran IA en el campo de batalla para procesar datos en tiempo real: movimiento de tropas, trayectorias balísticas, patrones en imágenes satelitales.
  • 3. Vigilancia e inteligencia avanzada:
  • Desde sensores que detectan actividad sospechosa a kilómetros, hasta software que analiza patrones de ataque cibernético. Preligens (Francia) y Epirus (EE. UU.) destacan por combinar hardware e IA con una rapidez que los contratistas tradicionales no pueden igualar.
  • 4. Defensa contra drones y enjambres:
  • Una amenaza creciente en conflictos modernos. Black Sage y otras startups desarrollan sistemas capaces de identificar, interferir o neutralizar drones mediante radar, láser o microondas.

Del campo de batalla al pitch deck

Hay varias razones detrás de este boom:

  • Geopolítica inestable: La guerra en Ucrania ha actuado como catalizador. Los países europeos han aumentado su gasto militar hasta un 30 % en algunos casos, según datos de SIPRI.
  • Velocidad y flexibilidad: A diferencia de los grandes contratistas, las startups pueden iterar rápido y entregar en meses, no años.
  • Atracción de talento: Muchos ingenieros que antes evitaban el sector defensa, ahora lo ven como una forma de “defender valores democráticos”.
  • Cambio en el venture capital: Fondos como Andreessen Horowitz promueven abiertamente la idea de que “la defensa de Occidente debe ser financiada también por el sector privado”.

No todo es entusiasmo. Críticos de la defense tech alertan del riesgo de una “uberización del conflicto”, en la que empresas privadas tengan demasiado poder en decisiones militares. Además, algunas startups trabajan en sistemas autónomos armados sin una regulación internacional clara. Incluso dentro del ecosistema, hay debate: ¿hasta qué punto estas empresas deben ser tratadas como startups tradicionales? ¿Se mide su éxito por impacto, por crecimiento… o por disuasión? Lo que antes era un territorio dominado por uniformes, jerarquías y décadas de burocracia, ahora está marcado por términos como MVP, feedback loop o API segura. La guerra o al menos, su preparación ya no se diseña solo en despachos militares, sino también en coworkings y servidores en la nube.

Y aunque muchas de estas tecnologías aún están en fase de prueba, una cosa está clara: las startups ya no solo crean el futuro… también lo defienden o lo destruyen.

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